Sr. Don Diputado,
Siento que ya estamos (usted y yo) más allá del punto en el que me convendría rogarle que por favor cambie su proceder, cambie su forma de actuar y se ponga a la altura de su cargo.
En realidad desde hace tiempo yo ya no tengo esperanza en que alguno de ustedes podría comportarse en función de los verdaderos intereses nacionales. Igual sigo y seguimos eligiéndolos porque el Sistema nos obliga a ello. No se engañe; usted salió elegido, no por el favor popular; no porque la gente confíe en usted; no porque haya logrado convencernos, engañarnos. Salió elegido porque el Sistema exige que alguien salga elegido, porque alguien tenía que ocupar el cargo que usted ocupa. Y usted se ofreció.
Deben existir pocos que sigan creyendo que sus intenciones eran buenas, que su voluntad era la de mejorar el País. Quizá usted sea uno de estos pocos, quizá no.
Sin embargo, cada día que transcurre, cada vez que ustedes representan nuevamente la obra teatral, la tragicomedia, llamada "los debates ", a parte de hacernos llorar y reír, usted y los otros no aportan en nada a la sociedad. A parte de hacer el ademán de pasar las leyes fáciles y enojarse cuando el Presidente hace alguna pillería, a parte de hacer de figurines de protocolo, la suma neta de su aporte es negativa.
Las instancias, cargos, instituciones y leyes que deberían representar la estructura organizada soberana de los ciudadanos, cuando usted y los otros las tocan se convierten en mierda.
Cada vez que usted cobra su sueldo de príncipe me insulta. Siento que me escupe en la cara. Espero que usted acabe con sus enemigos políticos, o que sus enemigos políticos acaben con usted y su partido, me da igual. Mientras más rápido se despedacen unos a otros mejor para mí y los ciudadanos. A ver si cuando esto ocurra finalmente nos ponemos a pensar en cómo resolver los problemas importantes del sitio y la época en que vivimos y asumimos la responsabilidad que nunca debimos delegarles.